No siendo posible en diversos casos el sostenimiento de un matrimonio ideal, y observando que la permanencia de la unión conyugal sin los caracteres del amor, del respeto, de la colaboración mutua y de la inteligencia de los consortes en muchos casos no es posible, debemos recurrir al divorcio como una salida sana y como la oportunidad de comenzar de nuevo.
Por divorcio se entiende la disolución legal del matrimonio. Para las parejas que lo hemos vivido, sabemos que se trata de un proceso muy difícil, tedioso, largo e incierto, sobre todo, para las mujeres.
Frecuentemente, cuando se toma la decisión de disolver el vínculo matrimonial, muchas dudas llegan y, además, las emociones y sentimientos exacerbados no permiten analizar objetivamente las decisiones que debemos tomar. Es una fase donde es muy importante atender el aspecto emocional, pero también es imprescindible resolver la cuestión económica y proteger nuestros derechos y los de los hijos, si los hay. No obstante, es claro que las mujeres no conocemos a fondo nuestros derechos ni sabemos a quién o a dónde recurrir para poder asesorarnos, en dado caso.
Sin embargo, si no conocemos nuestros derechos, entonces seremos vulnerables y, por tanto, estaremos expuestas a más abusos durante el proceso de divorcio.
El desconocimiento de nuestros derechos legales provoca que muchos esposos abusen y ejerzan cualquier tipo de violencia, aún después del matrimonio, pero podemos recurrir al apoyo de las leyes y, sobre todo, debemos informarnos sobre nuestros derechos y la forma de exigirlos.
¿Quién pierde más cuando la pareja se rompe?
Un estudio británico abre la polémica sobre este tema ya que, según sus conclusiones, la mujer es quien se ve «mucho más perjudicada que el varón», sobre todo en lo económico a la hora de un divorcio.
Cuando llega el momento de repartir todo lo que era de ambos –hasta los hijos–, las tensiones se imponen. Competir por establecer quién la pasa peor y quién pierde más resulta absurdo, pero es una etapa que ninguna pareja esquiva. Forma parte del duelo: no hay final sin enojo, sin pase de facturas, sin pérdida. Y no se trata sólo de ‘cosas’ subjetivas, pues efectivamente, en un separación se pierde dinero, espacios, bienes y objetos, pero también se pierde energía, tiempo, vínculos y, muchas veces, el respeto.
Pero, según el estudio realizado por la Universidad de Essex, las mujeres son quienes nos llevamos la peor parte. Sus conclusiones revelan que, en Gran Bretaña, las mujeres resultan mucho más perjudicadas que los hombres tras un divorcio, sobre todo cuando hay hijos de por medio. El varón se vuelve «hasta tres veces más rico» y la mujer «se empobrece notablemente», una situación que «perdura durante años», afirman los investigadores.
El estudio demostró que los ingresos del varón separado crecen «inmediata y continuamente» en los años siguientes al divorcio, y que la mujer, por el contrario, pierde. Un factor preponderante que marca esta situación es la paternidad. La desigualdad no tiene que ver con ser varón o mujer, sino con ser papá o mamá, sostienen los investigadores. El principal motivo tiene que ver con la salida de la mujer del mercado laboral al convertirse en madre. El trabajo de la mujer en el hogar no se paga, con lo cual su situación de vulnerabilidad y dependencia en términos de ingresos es alta.
En México no hay estudios específicos sobre el tema, pero la experiencia de algunos especialistas en Derecho Familiar que esta servidora consultó coinciden con en el diagnóstico. En términos económicos, la desventaja para la mujer al separarse es mayor, y esto es así aunque siga ocupando la vivienda conyugal con los hijos y el varón deba alquilar otro lugar o irse a vivir con amigos o familiares. El perjuicio es mayor si tiene hijos a cargo. Aunque ella trabaje, sus recursos suelen ser escasos para mantener al conjunto familiar y, si no tiene empleo, su situación puede volverse desesperante, en tanto dependerá del aporte del ex marido. Los recursos judiciales para reclamar si no cumple son siempre tardíos e insuficientes, quedando la mujer en una situación vulnerable.
Una de las mayores desventajas que enfrenta la mujer tras una separación, además perder mucho más en términos de espacios personales, tiene que ver con la desvalorización del aporte que hace al hogar, que es mucho y no se traduce en pesos. En general, en la clase media la mujer queda más desprotegida porque la crianza y el trabajo doméstico recaen más sobre ella y porque suele tener menores ingresos en su trabajo. La desigualdad de género en términos económicos y de remuneración existe y con el divorcio se profundiza.
Pero las desigualdades van más allá de lo económico: el varón se vuelve a insertar mucho más rápido en el circuito sentimental porque tiene más tiempo para él y no suele convivir con los hijos, con lo cual se involucra con otra pareja más rápido.
En resumen, generalmente la mujer queda en peor situación tras una separación. Sin embargo, los expedientes de divorcio empiezan a contar realidades nuevas: se vislumbra una mayor presencia del hombre en la crianza: hay más acuerdos de ‘tenencia compartida’, que reconocen el derecho de los hijos a tener vínculo con ambos padres, y más regímenes amplios de visitas, sin rigideces de días y horarios. Esta mayor presencia del papá descomprime el peso que implica para la mujer ser la principal responsable de los hijos, y colabora para que ambos puedan rearmar su vida.
Por lo anterior, en este artículo trataremos el tema acerca de los derechos que las mujeres tenemos cuando atravesamos por un divorcio, del tipo que sea, basándonos en la legislación mexicana. Si eres una mujer que viva en otro país y se haya casado bajo una legislación distinta, te recomiendo que investigues a fondo en las leyes y códigos respectivos.
Por favor, no dejes de informarte acerca de tus derechos, pues no sabes cuándo será necesario ejercer tus conocimientos, los cuales, son herramientas imprescindibles para enfrentar determinadas situaciones que pudieran presentarse.